PEDCEN (Programa especial de desarollo de capacidades emocioanles de los niños)
Por: Patricia Manfredi
Compartimos a continuación PEDCEN, Programa especial de desarollo de capacidades emocioanles de los niños. La autora está intentando presentarlo a las autoridades municipales de Avellaneda.
Fundamentación
Analizando la situación del niño en edad escolar, y observando los problemas que emergen de la relación entre él y sus pares, entre él y los adultos, entre él y los conocimientos a adquirir, es menester pensar un programa de prevención.
Compartimos a continuación PEDCEN, Programa especial de desarollo de capacidades emocioanles de los niños. La autora está intentando presentarlo a las autoridades municipales de Avellaneda.
Fundamentación
Analizando la situación del niño en edad escolar, y observando los problemas que emergen de la relación entre él y sus pares, entre él y los adultos, entre él y los conocimientos a adquirir, es menester pensar un programa de prevención.
A través del PEDCEN, se intenta cambiar la forma de actuar
del niño, cambiando su manera de pensar, previniendo así, problemas infantiles como la violencia,
discriminación, desmotivación, fracaso escolar, etc.
El trabajo de este programa surge de la idea de que, a través
del desarrollo de las capacidades emocionales (como el conocimiento de sí
mismo, el autocontrol, la automotivación, la empatía, el manejo de las
relaciones sociales), es posible modificar ciertos comportamientos en el niño.
¿Por qué trabajar con emociones?
Los estudios muestran que un alto desarrollo de las
capacidades emocionales en los niños en edad escolar, asegura el éxito en sus
actividades posteriores cuando llegue a la edad adulta.
Según investigaciones, el coeficiente intelectual contribuye
aproximadamente en un 20% a los factores que determinan el éxito en la vida,
con lo que el 80% queda para la inteligencia emocional (habilidades como ser
capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones, controlar el impulso y
demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos
disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía y abrigar esperanzas).
Emoción y la razón
Para poder entender por qué la razón y la emoción son
términos que parecen independientes pero en realidad están interrelacionadas, y
para poder comprender por qué las emociones influyen en nuestra vida, debemos
tener en cuenta la evolución de nuestro cerebro.
En el curso de millones de años, nuestro cerebro ha crecido
de abajo hacia arriba. Sus centros más elevados, se desarrollan como
elaboraciones de las partes más inferiores y antiguas.
Primero aparece el cerebro lagartija o reptiliano: Es el que compartimos con todas
las especies que tienen un sistema nervioso mínimo. Es el tronco cerebral que
rodea la parte superior de la médula espinal. Éste cerebro regula las funciones
básicas como la respiración, el sueño, el despertar, el ritmo cardíaco, el
metabolismo, etc. Luego surgió el cerebro de ardilla o límbico, donde se
encuentran los centros emocionales. Se responsabiliza de todo lo que tiene que
ver con nuestra supervivencia (correr, pelear, alimentarse, reproducirse,
etc.). Es la parte central de las emociones (enojo, ira, placer, etc.). Es
responsable de la creación de emociones y de recuerdos que ellas generan. Millones de años más tarde, a partir de los
centros emocionales, evoluciona el córtex o cerebro pensante, un gran bulbo de
tejidos enrollados que forma las capas superiores. Este se especializa en la
visión, el habla, la memoria y todas las funciones ejecutivas. Está dividido en
dos hemisferios: el izquierdo (pensamiento lingüístico y secuencial) y el
derecho (holístico y visual). Las dos mitades trabajan juntas.
El córtex está relacionado con su interior en la parte
plegada hacia adentro.
A diferencia de cualquier otra especie de animales, los
seres humanos tienen la capacidad de inventar y controlar sus emociones
simplemente a través del pensamiento. El desarrollo de la neocorteza, la parte
del cerebro que controla el lenguaje y el pensamiento lógico, nos permite tener
pensamientos sobre nuestros sentimientos, y hasta modificarlos. Si un
estudiante percibe que está angustiado antes de una prueba, puede pensar en
formas de calmarse. Si un corredor de carreras siente cierta apatía y falta de
motivación, tiene la capacidad de concentrarse y acelerar el tiempo de reacción
antes de salir disparado del punto de partida.
El cerebro pensante nos permite pensar sobre nuestros
sentimientos, trazar estrategias, planificar a largo plazo y desarrollar otras
artimañas mentales; a él le debemos el triunfo del arte, de la civilización y
de la cultura. Pero estos centros más elevados no gobiernan toda la vida
emocional: en asuntos cruciales del corazón – y más especialmente en
emergencias emocionales – se puede decir que se remiten al sistema límbico.
Debido a que muchos de los centros elevados del cerebro crecieron a partir de
la zona límbica o ampliaron el alcance de ésta, el cerebro emocional juega un
papel fundamental en la arquitectura nerviosa. En tanto raíz a partir de la
cual creció el cerebro más nuevo, las zonas emocionales están entrelazadas a
través de innumerables circuitos que ponen en comunicación todas las partes de
la neocorteza. Esto da a los centros emocionales un poder inmenso para influir
en el funcionamiento del resto del cerebro… incluidos sus centros del
pensamiento.
Según nuestra evolución, el cerebro emocional existió mucho
tiempo antes que el racional, es por eso que debemos pensar al ser humano desde
otra perspectiva y realizar un cambio de paradigma en la escuela: debemos pasar
de ser “seres pensantes que sentimos” a
ser “seres emocionales que aprendimos a pensar”.
Las emociones nos atraviesan, son parte de nuestra vida,
parte de nuestras decisiones, dejarlas afuera del aula es dejar parte del niño
sin conocer, sin explorar, sin desarrollar. Por eso, para un desarrollo
integral del niño, es necesario ayudarlo a conocer su esencia y su sabiduría
interna, a fin de guiarlo para seguir
sus instintos; trabajar sus emociones para mejorar las relaciones intra e
interpersonal; desarrollar la empatía a fin de que sea bondadoso y responsable
con el otro y el mundo; trabajar la automotivación para que persista ante los
fracasos y aprenda él mismo a ser el
motor e inventor de sus proyectos, escribiendo literalmente, la historia de su
vida.