¿Cómo aprendemos? Teoria de William Glasser
La manera como se ha entendido tradicionalmente la educación ha sufrido un vuelco en nuestros tiempos debido al surgimiento permanente de estímulos que llegan desde distintas direcciones.
Esta sobreestimulación ejerce directa influencia en la forma en que las nuevas generaciones de seres humanos aprenden.
Ya no es como antes que el alumno se sentaba a escuchar al maestro o a seguir, sus recomendaciones sobre qué hacer, qué leer o qué estudiar. En la actualidad la información fluye a través de todos los ámbitos sociales del estudiante, además de la recarga de medios de comunicación, desde los convencionales hasta las modernas tecnologías como la internet y los dispositivos móviles, que se convierten en fuentes inmediatas de conocimientos que ingresan a la memoria y sensibilidad del alumnado. En su Pirámide de Aprendizaje, Glasser propone un esquema que nos ayuda a comprender cómo aprenden nuestros alumnos.
“Buena educación es aquella en la que el profesor pide a sus alumnos que piensen y se dedica a fomentar el diálogo para verificar la comprensión y el crecimiento de los estudiantes” (William Glasser)
¿Cómo aprenden nuestros alumnos?
En esta pirámide de aprendizaje, Glasser expone en términos breves y fácilmente verificables a través de la experiencia cuáles son las vías más efectivas para que un estudiante fije los conocimientos que recibe ya sea en la escuela, en la casa o delante de una computadora. Los estímulos visuales, auditivos y emocionales se complementan para potenciar el aprendizaje. Aislados sirven pero combinados aseguran el éxito.
95% de lo que enseñamos a otros: Cuando aprendemos algo y luego tratamos de transmitírselo a otras personas, nuestro cerebro clasifica, ordena datos, elabora conceptos, estructura definiciones que luego deberán ser resumidas y explicadas de la mejor manera posible. Todo este proceso es fundamental para que ese conocimiento adquirido jamás nos abandone.
80% de lo que hacemos: Cada cosa que nuestros alumnos hacen: desde leer y escribir hasta jugar o correr, desde ir a un museo hasta aprender a vestirse, son acciones que quedarán para siempre instaladas en su conocimiento y en la medida que repitan esas acciones se convertirán en parte de su personalidad.
70% de lo que discutimos con otros: La conversación, el intercambio de ideas, la reflexión respecto de un libro leído, un estilo musical escuchado, una película o noticia vista, es definitivamente una de las mejores herramientas para fijar el conocimiento.
50% de lo que vemos y oímos: Vivimos en la era del gobierno de la imagen: carteles en las calles, luces de colores, textos en los periódicos, fotos en alta resolución. Todos estos elementos ingresan al cerebro de nuestros estudiantes pero son de naturaleza efímera por lo que pueden olvidarse fácilmente.
30% de lo que vemos: Sin un adecuado refuerzo, los estímulos visuales permanecen poco tiempo en el recuerdo y por tanto, basar el aprendizaje solo en imágenes sería insuficiente.
20% de lo que oímos: Las palabras “se las lleva el viento” como dice el dicho popular. Aunque se ha comprobado que la memoria musical es muy potente, su efecto como herramienta pedagógica se pierde si no viene acompañada de emoción, de experiencia.
10% de lo que leemos: La lectura es el punto de partida. Si el acto de leer queda aislado de las demás formas de estímulo para aprender, sus contenidos quedarán relegados.
Como vemos, esta pirámide busca integrar la capacidad humana para recibir información desde diversas fuentes aprovechando al máximo sus capacidades sensoriales. A ello se suma la intención de Glasser de fortalecer los aspectos vivenciales, emocionales que permiten relacionar cada estímulo recibido con nuestra propia vida, con nuestra experiencia. De esta forma se alcanza una enorme potencialidad de aprender y que ese aprendizaje nos sirva de manera permanente y no circunstancial.
Esta sobreestimulación ejerce directa influencia en la forma en que las nuevas generaciones de seres humanos aprenden.
Ya no es como antes que el alumno se sentaba a escuchar al maestro o a seguir, sus recomendaciones sobre qué hacer, qué leer o qué estudiar. En la actualidad la información fluye a través de todos los ámbitos sociales del estudiante, además de la recarga de medios de comunicación, desde los convencionales hasta las modernas tecnologías como la internet y los dispositivos móviles, que se convierten en fuentes inmediatas de conocimientos que ingresan a la memoria y sensibilidad del alumnado. En su Pirámide de Aprendizaje, Glasser propone un esquema que nos ayuda a comprender cómo aprenden nuestros alumnos.
“Buena educación es aquella en la que el profesor pide a sus alumnos que piensen y se dedica a fomentar el diálogo para verificar la comprensión y el crecimiento de los estudiantes” (William Glasser)
¿Cómo aprenden nuestros alumnos?
En esta pirámide de aprendizaje, Glasser expone en términos breves y fácilmente verificables a través de la experiencia cuáles son las vías más efectivas para que un estudiante fije los conocimientos que recibe ya sea en la escuela, en la casa o delante de una computadora. Los estímulos visuales, auditivos y emocionales se complementan para potenciar el aprendizaje. Aislados sirven pero combinados aseguran el éxito.
95% de lo que enseñamos a otros: Cuando aprendemos algo y luego tratamos de transmitírselo a otras personas, nuestro cerebro clasifica, ordena datos, elabora conceptos, estructura definiciones que luego deberán ser resumidas y explicadas de la mejor manera posible. Todo este proceso es fundamental para que ese conocimiento adquirido jamás nos abandone.
80% de lo que hacemos: Cada cosa que nuestros alumnos hacen: desde leer y escribir hasta jugar o correr, desde ir a un museo hasta aprender a vestirse, son acciones que quedarán para siempre instaladas en su conocimiento y en la medida que repitan esas acciones se convertirán en parte de su personalidad.
70% de lo que discutimos con otros: La conversación, el intercambio de ideas, la reflexión respecto de un libro leído, un estilo musical escuchado, una película o noticia vista, es definitivamente una de las mejores herramientas para fijar el conocimiento.
50% de lo que vemos y oímos: Vivimos en la era del gobierno de la imagen: carteles en las calles, luces de colores, textos en los periódicos, fotos en alta resolución. Todos estos elementos ingresan al cerebro de nuestros estudiantes pero son de naturaleza efímera por lo que pueden olvidarse fácilmente.
30% de lo que vemos: Sin un adecuado refuerzo, los estímulos visuales permanecen poco tiempo en el recuerdo y por tanto, basar el aprendizaje solo en imágenes sería insuficiente.
20% de lo que oímos: Las palabras “se las lleva el viento” como dice el dicho popular. Aunque se ha comprobado que la memoria musical es muy potente, su efecto como herramienta pedagógica se pierde si no viene acompañada de emoción, de experiencia.
10% de lo que leemos: La lectura es el punto de partida. Si el acto de leer queda aislado de las demás formas de estímulo para aprender, sus contenidos quedarán relegados.
Como vemos, esta pirámide busca integrar la capacidad humana para recibir información desde diversas fuentes aprovechando al máximo sus capacidades sensoriales. A ello se suma la intención de Glasser de fortalecer los aspectos vivenciales, emocionales que permiten relacionar cada estímulo recibido con nuestra propia vida, con nuestra experiencia. De esta forma se alcanza una enorme potencialidad de aprender y que ese aprendizaje nos sirva de manera permanente y no circunstancial.