Estefanía Jiménez: “No tiene sentido obligar a los jóvenes a nadar contracorriente”

Fuente: Tiching
Fecha de publicación: 16/07/2015

Estefania Jimenez | Tiching
Así era...
Estefanía Jiménez
Profesora en el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la UPV/EHU  y miembro del grupo de investigación EU Kids Online.  
El teléfono fijo de casa de Estefanía debía temblar cuando se quedaba sola en casa. Reconoce que las llamadas con sus amigos eran cortas y escuetas si rondaban adultos por casa pero, cuando no había nadie…¡Riiiiiiiiiiing!  





¿Quién domina más las redes, los niños y adolescentes o los adultos?
En general, está bastante extendida la idea de que los más jóvenes, en la medida en la que son eso que nos han vendido como “nativos digitales”, se desenvuelven mejor en internet en general y en las redes en particular. El paradigma de los nativos digitales es difícil de comprobar y a mi juicio tiene más que ver con una idea cómoda y difundida demasiadas veces por los medios de comunicación que con la realidad de las capacidades que niños y adolescentes desarrollan en las redes. Los y las chavalas, sobre todo en determinadas franjas de edad, utilizan mucho las redes sociales y las tecnologías de la comunicación. Pero en su gran mayoría, y a nivel técnico, no hacen un uso de ellas que no sea equivalente al que pueden o saben hacer los adultos.


¿Sabemos los adultos orientar a los menores en el uso de estas tecnologías?

Desde nuestro punto de vista, es importante hacer ver tanto a los chavales como a sus propios padres y madres, y también al conjunto de “la tribu”, que los adultos pueden ser referentes. Los y las menores se introducen hoy en el uso autónomo de tecnologías a una edad más temprana, lo cual permite que la orientación adulta también lo sea, y esa es una ventaja con respecto a hace varios años, cuando la entrada en el mundo online coincidía con la adolescencia, que por definición es una etapa del desarrollo más complicada. Al respecto de la orientación, los adultos deberían tener claras ciertas ideas básicas: la inmediatez en la comunicación y las prevenciones que hay que tener frente a ella, los peligros del anonimato, los recursos para gestionar conflictos, la importancia de la responsabilidad individual a la hora de consumir, generar y compartir contenidos y hacer partícipes de ellas a los y las menores. No hace falta controlar absolutamente todas las redes, aparatos y novedades en el mercado de la tecnología, sino aplicar el sentido común y la empatía.

¿Es una actitud acertada la de prohibir o restringir el uso de las redes?

Siempre es más adecuado trabajar por un consumo responsable. No tiene demasiado sentido obligar a adolescentes a nadar contracorriente. En los centros escolares se constata que en los últimos años cada vez está más presente el miedo de chicos y chicas a quedarse al margen de los ritmos relacionados con los móviles. Además las evidencias nos dicen que cuanto más familiarizados están los chicos y chicas con la navegación online mejor saben cómo hacer frente a los riesgos que esto puede implicar. Los límites a este respecto, en cualquier caso, se han de decidir en cada familia.


¿Qué pautas recomendaría a padres y profesores para una convivencia sana de los menores con el mundo digital?
Quizá todo pueda resumirse en recordar que el mundo digital también forma parte del mundo “real” y por tanto el comportamiento online debería guiarse por unas reglas similares: responsabilidad, empatía, respeto… Con la percepción de uso “excesivo”, puede ser una buena idea tener siempre presente que no hay que confundir la herramienta con el fin: si los recursos digitales no responden a un objetivo y simplemente ocupan un tiempo que no se puede dedicar a otras actividades (comunicación cara a cara, tareas escolares, aficiones y deportes…), sin duda hay que reflexionar sobre la importancia que se ha otorgado al móvil o la tablet y el peso que tiene en la vida de esa persona. Y desde la comprensión, también es conveniente ayudar a relativizar la percepción de que algo está pasando en todo momento y por tanto hay que estar en permanente conexión.


WhatsApp es una de las aplicaciones favoritas de los adolescentes. ¿Es una buena herramienta de comunicación para ellos?

En la misma medida en la que puede serlo para el resto de la población, pero teniendo en cuenta la importancia que tiene para los y las adolescentes su grupo de pares y la posibilidad de conectarse y sentirse parte de un grupo. Más allá de su valor para la emisión y recepción de contenido realmente informativo, WhatsApp sirve para mantener el contacto y reforzar lazos entre los adolescentes.

¿Qué recelos despierta en los adultos el uso de esta aplicación?

Todas las tecnologías suelen ser recibidas con escepticismo en sus comienzos. En el caso de WhatsApp, la capacidad para interrumpir en cualquier momento genera suspicacias. La evidencia de que los contenidos lanzados a la red con extrema facilidad gracias a WhatsApp (y, en el caso de los vídeos y fotografías, gracias también a la popularización del smartphone) dejan de ser controlables y la intrascendencia objetiva de parte de los mensajes que se intercambian también genera suspicacias.

Algunos profesores ya se han atrevido a integrar WhatsApp, entre otras aplicaciones, en clase. ¿Qué uso didáctico cree que se le puede dar?

Hay cierta indefinición respecto a la relación entre los recursos de este tipo y el aprendizaje. En general tengo la sensación de que el profesorado que se atreve a introducir herramientas alternativas, plataformas, recursos online, tablets u otras innovaciones de ese carácter lo hace suponiendo que el aprendizaje va a resultar más atractivo a su alumnado. La tecnología se percibe, entonces, como un carro al que subirse para no quedarse atrás, anticuados, anclados en el pasado, ajenos a la supuesta realidad y a los supuestos intereses de los chicos y chicas. Sin embargo, está por comprobar la efectividad de estas herramientas para mejorar su rendimiento académico o incrementar sus capacidades y conocimientos. Y respecto al WhatsApp en concreto, más allá de que facilite el contacto entre alumnos a la hora de distribuirse tareas escolares o ayudar a la gestión compartida de las mismas, no se me ocurren más aplicaciones para la enseñanza. Esencialmente, es una red para la difusión instantánea de mensajes y no creo que se le pueda exigir nada más.

Otros docentes consideran que este tipo de herramienta pueden ser una distracción, ¿cómo cree que se puede reconducir una actitud de dispersión o un mal uso de esta aplicación?
Sugeriría previamente relativizar la percepción de que algo está ocurriendo en todo momento y hay que enterarse de ello atendiendo al móvil constantemente. Por supuesto que el teléfono resulta disruptivo y distrae, no sólo por las notificaciones que llegan a través de WhatsApp, sino de las del resto de redes sociales de las que puedan participar los adolescentes. Reciben –recibimos- demasiados estímulos poco trascendentes, quizá interesantes pero no importantes, que dificultan la concentración prolongada en una actividad, y más aún si se trata de lidiar con conceptos abstractos que requieren de esfuerzo intelectual.

Para reconducir un mal uso del smartphone conviene considerar situaciones, lugares o momentos en los que no es aceptable consultar la pantalla, y tomar conciencia de que la mayoría de los contenidos que nos llegan a través de las redes no son importantes, y por tanto no se les debería dedicar atención en la escuela, el trabajo en su caso, o en sociedad. Los propios adolescentes son conscientes de la necesidad de establecer límites y marcar cuando sí y cuando no es adecuado consultar la pantalla.

¿Se reproducen en WhatsApp conductas negativas que sí se dan en las aulas? (Bulling, exclusión, rumorología, etc.)

Facilita que comportamientos reprobables adquieran mayor volumen. Antes, y al margen de WhatsApp, también ha habido y sigue habiendo abusos y rumores, y la exclusión, o la sensación de estar excluida no se traduce únicamente a formar parte de un grupo de WhatsApp determinado. Pero la omnipresencia de la conexión móvil hace más presentes estos problemas. Con el añadido de que la capacidad de controlar la difusión de contenidos inadecuados es prácticamente nula.

¿La privacidad y la intimidad de los menores se ve afectada por su mal uso de este tipo de herramientas?

Es cierto que a estas alturas ya está bastante extendida la idea de que hay que optar por las opciones más seguras y cerradas de entre las configuraciones de la privacidad que puedan ofrecer las redes sociales. Sin embargo, el debate también se sitúa en el ámbito de los contenidos que se comparten, al margen del grupo de contactos que se tenga como referencia.

Es curioso cómo los y las chicas dicen estar preocupados por su intimidad, rechazan que los adultos puedan acceder a sus espacios. Esto explicaba en su momento la popularidad de Tuenti, una red en la que a los adultos les resultaba mucho más complicado introducirse que en Facebook, y explica también el actual traslado de los usuarios más jóvenes a redes como Snapchat o Instagram, en las que los adultos no se encuentran tan cómodos. Pero al mismo tiempo no siempre son conscientes del grado de exposición al que se someten por propia voluntad. A este respecto la dinámica de las redes sociales, sobre todo –aunque no solo- las basadas en la imagen, resulta bastante perversa. La búsqueda de aceptación y popularidad invita a re-construir identidades de cara a la galería, para aparentar, para ser aceptados, para llamar la atención, para conseguir popularidad. Los límites entre lo privado y lo público se desdibujan y la identidad se genera, en gran parte, de cara a la galería.

¿Qué medidas se pueden tomar al respecto?

Seguir insistiendo en la necesidad de plataformas que garanticen la privacidad en cuanto a aspectos técnicos y, de hecho, exigir a la industria que haga lo posible por facilitar conexión y participación segura para niños y adolescentes. Con respecto al tipo de contenidos que voluntariamente se generan y comparten, no está de más recordar que no hay que confundir likescon amigos, que hay que relativizar la popularidad online y que sigue existiendo vida más allá de los dispositivos móviles.

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