“Escuela libre”, el modelo que los padres buscan para sus hijos

Por: Rosana VIllegas
Fuente: Diario Uno
Fecha de publicación: 17/05/2015


  • Se basa en la pedagogía alternativa de enseñar a través de los juegos. Funciona en centros específicos de Maipú y Guaymallén, y se extenderá a Capital y San Rafael. Asisten chicos de 5 a 14 años. Libertad y toma de decisiones son las claves.
Waldorf. Este método de enseñanza da libertad a los chicos para aprender las asignaturas.Autor: UNO - victoria gaitán


En estas escuelas no hay pizarrones, ni verdes ni negros; los chicos no están sentados ni alineados, mirándole la nuca al compañero del banco de adelante, y el docente no es el único que sabe. Son centros o espacios de aprendizaje que apuestan a la libertad del juego como el mejor camino para llegar al conocimiento. En la provincia cada vez son más los padres que buscan este modelo de “escuela libre” y ya existen distintas propuestas en Maipú y Guaymallén, y proyectos en Ciudad y San Rafael.

A quien recorra la calle Pescara de Tres Esquinas, en Maipú, no le será difícil encontrar el enorme predio en el que funciona Risas de mi Tierra. En el patio delantero se levanta, a un metro del piso, una especie de galería de madera, que bien podría ser un refugio para cualquier juego. Los chicos acceden por originales escaleras y descienden por amplios toboganes que invitan a revivir la infancia. Allí, una amplia casa de 5 habitaciones alberga a más de 48 pequeños de hasta 5 años y también a otros 20 chicos mayores, cuyas edades van de los 7 a los 14 años.

“Comenzamos en el 2011. Somos un grupo de docentes que nos capacitamos en la educación autogestiva y con la pedagogía Waldorf –alternativa que nace en Alemania– y formamos la asociación civil Laberinto Sur. En aquel momento encontramos una comunidad de padres que se estaban planteando abordar la educación de sus hijos de una manera más libre y empezamos a trabajar juntos. Así surgimos como un Servicio Educativo de Origen Social (SEOS). Empezamos con un jardín maternal para chicos de hasta 4 años, después la DGE nos aprobó la sala de 5 y ahora incorporamos el Centro de Apoyo Educativo para los chicos más grandes”, cuenta Cristian Yunes, presidente de Laberinto Sur y docente de Risas de mi Tierra.

Las distintas salas de la casa se dividen según las edades de los chicos y en ellas hay lugar para la ludoteca, la música y el arte. Allí todo es orgánico, desde las pinturas que usan los más grandes para hacer sus propios juegos de madera, hasta los alimentos que reciben a la hora de la merienda, muchos de los cuales son hechos por ellos mismos en el espacio para amasar. Risas de mi Tierra funciona de lunes a viernes en ambos turnos, y aunque recibe el apoyo estatal, que financia algunos cargos docentes, la activa participación de los padres termina de hacer posible que funcione.

“Trabajamos en parejas pedagógicas por salas aplicando el método Waldorf. Y si bien la idea es jugar en libertad y que los chicos tomen la iniciativa, eso no significa que no haya límites, cada momento está enmarcado en un espacio. El niño necesita saber que cuando se está compartiendo la merienda no es el momento del juego, y que se juega en otros momentos y espacios físicos. Queremos chicos libres, pero hay decisiones que son de los adultos y eso también es un alivio para los chicos”, cuenta Verónica Fiorentino, una de las docentes del proyecto maipucino.

Se nutre de experiencias latinoamericanas
La psicóloga mendocina Celina Domínguez hizo un largo viaje por Latinoamérica en busca de conocer distintos proyectos de centros de aprendizaje libre. Visitó la Casa Octogonal de Montañitas, en Ecuador, y Semillas de Vida, en Perú, y basada en lo que investigó hoy asesora una iniciativa similar que se gesta en Ciudad.

Según cuenta, aquellos centros de educación planteaban el descubrimiento del conocimiento en distintas salas o espacios temáticos y se trabajaba con proyectos que surgían a partir de las propuestas de los niños. “Cuando llegué a Ecuador, en ese centro estaban planteando un viaje, la matemática estaba presente cuando se pretendía saber a qué distancia estaba una feria a la que querían asistir y cuánto costaría el viaje, y por otro lado lo artístico estaba en lo que los chicos harían para vender allá. Es un error pensar que son centros en donde la libertad es caótica o sin límites, todo crecimiento necesita de un suelo, algo que lo contenga, por eso cada espacio tiene una temática y los chicos lo entienden así. Allí había espacios simbólicos, de lectoescritura, medicina, etcétera. El desafío es traducir el contenido en un juego didáctico para que el niño descubra jugando”, relata Domínguez.

La psicóloga, que hoy es parte de un equipo interdisciplinario que busca aplicar este modelo en una escuela de Ciudad, aclara: “Esa relación estanca de docente, alumno y conocimiento se rompe, porque el docente no es el que sabe, el niño no es un contenedor vacío y el conocimiento no es puramente académico. Se parte de entender que el niño puede orientar el aprendizaje a partir de sus intereses y para eso debe conocer sus necesidades auténticas. Acá el adulto pasa a ser un acompañante o un facilitador de esos aprendizajes”, explica.

El marco legal necesario
Varios de estos centros educativos que nacen desde la iniciativa privada buscan que la DGE los reconozca como SEOS para obtener la legalidad necesaria para funcionar y también el aporte del Estado, que financia algunos cargos docentes. Hoy en la provincia hay 330 instituciones educativas de gestión social, en su mayoría jardines maternales y también centros de actividades educativas.

La Tribu Inquieta, en Guaymallén
Por la misma búsqueda de un grupo de jóvenes padres que pretendían que sus hijos tuviesen una educación que pusiera la mirada en sus necesidades, que recuperara los vínculos humanos, en donde ellos tuvieran una activa participación, nació la Tribu Inquieta, que actualmente funciona en una casa de El Bermejo.

“El proyecto supone que se involucre toda la familia. En 2014 empezamos siendo 10 familias y ahora somos 22 que autogestionamos la educación de nuestros niños. Ponemos énfasis en que eso que le interesa al chico sea el motor del aprendizaje y desde allí buscamos desarrollar sus potencialidades”, relata Karina Ríos, madre que además cumple el rol de “facilitadora del proceso creador del chico”, dentro de este modelo. Para darle el marco legal necesario, este grupo de padres ya conformó la asociación civil Vientos Libres y presentaron el proyecto en la DGE para ser una “escuela de gestión social”. Por ahora alberga a 20 niños de hasta 4 años, hijos de los fundadores, pero no es excluyente. “Es un proyecto inclusivo que no marca las diferencias culturales. Nos interesa trabajar la perspectiva de género. Acá no existe la casa rosada o celeste, hay un espacio de juego simbólico y no hay presiones si a un niño le interesa cocinar o a una nena trabajar con la madera”.

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