"La escuela es valiosa por todas las cosas negativas que tiene"

Por: Natalia Vela Chacaliaza
Fuente: Hemisferio creativo

Fecha de publicación: 01-09-2014

Junio de 2014. Hernán Casciari llega a Lima para participar en tres conversatorios del Festival de la Palabra. El primero de ellos: "Cómo hacer de los chicos grandes lectores". Cuando Casciari recibe el micrófono y toma la palabra, el auditorio se inquieta por saber la fórmula secreta. “¿Cómo Casciari, cómo? ¿Cómo hacemos que los niños lean?”. La avidez del público se justifica, están frente a Hernán Casciari, fundador de Bonsai, la revista infantil más top de Hispanoamérica.

– ¡No hace falta que los niños sean grandes lectores! ¡No hace falta en absoluto!
El shock es evidente. La gente esperaba la típica disertación a favor de la lectura que suelen hacer los escritores famosos. Un intercambio de miradas desconcertantes antecede a un silencio incómodo. Casciari continúa:
– Lo que hace falta es acompañar a los niños. Disfrutar y comprender qué están mirando. Sumarse a ello y darle esa segunda mirada de forma poética, pero sobretodo de forma amorosa. El chico es una esponja alucinante, los que no somos esponja somos nosotros.
Silencio otra vez. Ya no incómodo. Sí reflexivo.
Eran padres de familia, maestros y estudiantes quienes conformaban el auditorio aquella tarde. Las palabras de Casciari iban más allá de las palabras: acompañar a los niños de forma amorosa. El tono de la conversación cambió. Se habló del amor, de la vocación, del fin de la vida.

Cuando un profesor de matemáticas preguntó cómo hacer productiva una hora académica en un aula de adolescentes que lo último que querían era escucharlo, Casciari respondió:
– Vos no podés salir del aula sin haberles transmitido tu pasión por la vida. No podés dejar que pase esa hora académica sin haberles hablado de tus sueños con los ojos brillosos.
El profesor bajó la mirada. No le brillaban los ojos.

Terminó el conversatorio. De cerca Casciari dejaba de ser Casciari y se convertía en Hernán. Amigable y humano como él solo. Asediado por decenas de jóvenes que no sabían qué hacer con él, imploró que lo dejasen respirar. Su nerviosismo era conmovedor. Hernán era un niño asustado. Sabía que un selfie o un autógrafo eran insuficientes. Sabía que la gente quería llevárselo a él.

Una hora después Hernán Casciari estaba brindando una “entrevista exclusiva” a Hemisferio Creativo. De no ser por su teléfono, esta conversación nunca hubiera sido registrada. Él la grabó. Él tomó la foto. Él la envió al correo. “Si es tan importante para vos, entonces no hay imposibles”, dijo. Pintado de cuerpo entero.


Hernán, me interesa mucho tu visión de quitarle esa sobrevaloración a la lectura que está tan marcada en el Perú.
¿No crees que los niños se estén extraviando en lo audiovisual y que deberían reconciliarse con la palabra?
Lo audiovisual también es palabra. Juega con un guión, con una estructura narrativa, con protagonistas, antagonistas, introducción, nudo y desenlace, tenés exactamente lo mismo. Me parece que, una vez que los chicos tengan el marco teórico inicial de saber leer y escribir, debería dejar de preocuparnos el cómo lo hacen. No es importante el formato. Ahora todo está en internet y el papel no va a cumplir más su única función prioritaria que era conservar la memoria de la palabra.

Yo cuando veo a un chico leyendo un libro, me pregunto si será bueno el libro. Y la mayoría de veces veo que el libro infantil es una mierda: te dice una cantidad de pelotudeces que no tienen sentido. Es mucho más importante que haya una comunión entre el niño y el adulto. Una familia mirando Los Simpsons funciona muchísimo mejor que cada cual en su habitación leyendo un libro.

En 2011 León Trahtemberg publicó un artículo donde revelaba que los alumnos que se mantenían en las universidades no eran quienes obtenían buenas notas, sino quienes tenían mayor inteligencia emocional.
¿Qué piensas de ello?
Yo no terminé el colegio. Lo que me ayudó mucho a crecer fue haberme encontrado en la escuela primaria con un grupo de gente muy afín con la que crecí haciendo proyectos hasta el día de hoy. El colegio no nos sirvió en absoluto. El colegio lo único que nos hacía era distraernos de nuestra verdadera vocación, por eso lo dejamos.
No hay cosa mejor que trabajar de chiquito en lo que más te guste. No aceptar imposiciones económicas. Trabajar de lo que más te guste, de aquello que es tu pasión. Es el único consejo que le daría a mi hija. Que haga lo que le gusta, y si lo que le gusta finalmente no es ir a la escuela, que haga lo que tenga ganas de hacer. Mientras tenga una base sólida en la familia está todo bien.

¿Te refieres a la comunicación, al compartir, a la calidad del tiempo?
Sí. Incluso al aprendizaje. Aprender un montón de cosas y estar permanentemente con tus hijos. Que la escuela sea una base social. La escuela es buenísima para que sepas quién sos. Para descubrir ciertas crueldades e imposiciones. Para descubrir la competencia. La escuela es valiosa por todas sus cosas negativas. Pero después, el aprendizaje real, el ser buena persona, no te lo van a enseñar allí.

Entonces, ¿cuál es la importancia real de la escuela?
Su importancia no es educativa, es social. Yo no me apoyo en el sistema escolar para que mi hija sea más inteligente, me apoyo para que sea sociable. La inteligencia y la sensibilidad intentamos dársela en casa. No confiamos en un sistema de competitividad donde tranquilamente te puede tocar una maestra que se separó del marido y está loca.
Yo confío en que vaya al patio en el recreo y haga lío, que se encuentre con otros, que cuenten historias, que hablen del último programa de televisión que vieron, que sean amigos, que se enamore de un nene, que tenga todos esos traumas de amor preadolescente. Pero qué me importa que se sepa todos los reyes de España o cómo se llama todas las batallas de no sé qué. Eso no interesa.

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