Tinellización de la mujer

Por: Diego Lerner


Los estándares de belleza en nuestra sociedad, cada vez más irreales e inalcanzables, acaban en verdaderas batallas entre las mujeres y su reflejo en el espejo. Los medios publicitarios nos acosan todos los días en todos lados, y cada vez en más sitios. Invadidos y contaminados por estas imágenes que, lejos de transformarnos en actores críticos de la problemática nos limitan a naturalizarla.
Generando tensiones, violencia y malestares parece ser que esta burbuja nos aleja de una real igualdad de género.        
  
Foco de grandes cuestionamientos por un sector de la población, el televisor ha sido y es criticado muy duramente por diversos motivos, entre ellos, por la adicción que puede llegar a generar.

Semanas atrás arranco un nuevo ciclo de Showmatch, luego de aproximadamente un año de ausencia de Tinelli en la televisión. El ciclo vuelve con el mismo formato, mismo canal, conductor e idéntica oferta mediática pero, con  algunas variaciones, mínimas, en los personajes que bailan. Se trata de un show de, aproximadamente, dos horas en donde distintas personalidades de ambientes heterogéneos bailan y, luego, son puntuados por un jurado.
Lo que parece ser un simple programa nocturno de entretenimiento que alcanza niveles altísimos de rating (por diversos motivos que no son de mi interés explicar) tiene un trasfondo cultural y social muchísimo complejo.

Showmatch, fábrica e industria que moviliza millones de pesos escondidos bajo la fachada de un conductor y un elenco carismático presenta innumerables mensajes violentos implícitos y explícitos  que atentan al inconsciente del televidente sin importar rango etario, pretendiendo tipificar comportamientos dañinos para ambos géneros.
El ejemplo más claro de este tipo de conducta se da en dos casos claramente marcados, aunque podría ahondar en mucho más. Ciclos anteriores Tinelli utilizaba una tijera para cortar las polleras de las bailarinas, desvistiéndolas más  de lo que se encontraban. No había posibilidad de negarse (Quien así lo hiciese como Carla Conte sería borrada del elenco) y, claro está, la ley natural de nuestra sociedad patriarcal no le permite a la mujer optar por desnudarse. En caso de que el género masculino quisiese hacerlo es motivo suficiente para que ocurra, más aún si el que lo está haciendo cuenta con muchísima plata y un aparato mediático que lo sustenta para poder “esclavizarla”.
El segundo caso, no menos  nocivo, es la poca vestimenta con la que se encuentran las bailarinas al comenzar o finalizar el show, cosificando su ser, su existencia.

La prostitución mediática generadora de valores culturales, tal como la perpetuación de una sociedad patriarcal y machista, donde predomina la “ley masculina” y este el motor único de la vida social, cultural, económica y política fijando un orden natural establecido encabezado por el género masculino, tomados por parte del público como naturales ciegan los ojos y nos alejan de debates profundos e importantes que nos acercarían a la igualdad de género. Igualdad que, en los últimos años, en algunos escenarios ha recobrado importancia.
La cosificación de la mujer en estos programas no puede seguir existiendo si queremos transformar y modificar el paradigma que nos rodea.



Si queremos presentar lucha y combatir esta problemática, el único escenario posible es  la educación. La pedagogía, individual y colectiva, la reflexión, donde la simbología que penetra en nuestro inconsciente pueda ser erradicada y problematizada para extirpar  y eliminar hábitos que hacen perpetuar la cultura de predominio machista.



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